Aquella
mañana de primavera, María y José se levantaron muy temprano, los rayos de sol
acariciaban el verdor de los cerros. Como pocas veces ese día amaneció muy iluminado
y con pocas precipitaciones, se podría presagiar que saldría un esplendoroso
sol. Para esta ocasión, José había pedido permiso a su empleador y solicitó un
adelanto de su sueldo para gastos extras que tenía que realizar; como el último
chequeo médico de María y la renovación de su DNI que ya había caducado.
Exclamo
José, dirigiéndose a María.
- No olvides de llevar tus documentos (añadió)
- Tú también no te olvides de llevar tus fotos
(retrucó María).
Y así,
tomados del brazo, descendieron lentamente los 874 escalones que lo acercaba a
la ciudad. José se lo había aprendido de memoria porque lo contaba cada vez que
subía hacia «su chocita», es así como
él cariñosamente llamaba a su humilde casa.
- Moto…, moto…., moto. (Gritó María y logró
parar uno),
- ¿Nos puedes llevar al Sisol? (preguntó
y empezó a negociar el precio)
- Ven,
sube José.
Así el “taxicholo”
(que es como los llaman los pobladores del lugar) se enrumbó al Sistema
Metropolitano de la Solidaridad (Sisol) donde María debía cumplir uno de los últimos controles de su
embarazo. José miraba el horizonte muy agradecido por la facilidad que ofrece el
Sisol para controlar el embarazo de María. Esto, gracias al convenio suscrito
entre esta institución y Ministerio de Salud. José, como miles de personas, no tenía
Seguro Social.
Mientras
José sacó unas cuantas monedas para pagar el servicio, saltó rápidamente para
ayudar a bajar con cuidado a María y así emprendieron caminata al centro de salud.
En la medida que sus pasos apresurados lo acercaban a la puerta principal, el
rostro de María emanaba felicidad porque pronto, para la última semana de
diciembre, tendría a su primer hijo. Ya sabía que sería un varoncito y sabía
que nombre ponerlo.
La
atención fue rápida. Estaban contentos porque el proceso del embarazo era
normal. Además recibieron un trato justo. Así, apretaron sus pasos para salir
del recinto, porque debían ir a otro lugar. Como salieron muy temprano de su
casa tenían que desayunar.
- ¡¡¡Acérquese caserita aquí tenemos maca con
polen, miel de abeja y algarrobina para que su bebe nazca fuerte!!! Venga no mas, le damos con “yapa”.
- Por favor dele quinua con leche y un pan con
camote. (solicitó José)
- Y usted caballero ¿qué va tomar?
- Bueno…, nada, es que anoche cené muy tarde y
aun no tengo apetito.
Lo
pedido era todo lo que estaba a su alcance. No contaba con suficiente dinero. Los
gastos en los últimos meses eran constantes. La lluvia y el viento se habían
asociado para causar estragos sobre el techo y las paredes de su humilde
morada. Estos fueron reforzados y así pudieron sobrellevar el frio inclemente
del invierno. Además, había que ahorrar ante el nacimiento del primer hijo.
Al
incorporarse, la pareja se dirige al paradero para abordar el micro que le
llevaría al Registro Nacional de identificación y Estado Civil (Reniec).
José
llevaba en su mochila una botella con agua. Mientras saboreaba un sorbo de ella
se escuchó una voz, acompañado por el sonido del claxon, que le llamaban...
- José, José ¿Para dónde se dirigen?
- Buen día vecino, nos dirigimos a la Reniec,
tengo que sacar mi DNI que ya caduco y debo tenerlo en orden para participar en
el siguiente proceso de revocatoria. Estas elecciones que son tan absurdas y
que generan gastos innecesarios.
Pensó que
Junto a María habían luchado tanto para que saliera elegida una persona honesta
que les había prometido título de propiedad y lo obtuvieron. Les ofreció
mejorar su centro de salud y sus pistas principales y lo cumplieron. Y hasta el
parque zonal lo mejoraron, donde los domingos pasean con María. Finalmente la visita
a sus familiares, que viven al otro extremo de Lima, no demoran tanto como en años
anteriores. Una voz lo saco de su pensamiento.
- Vecino, yo acabo de llevar a un pasajero
ahí, hay mucha cola, se dice que el sistema ha colapsado. Y tienen para rato. ¿Por
qué no se van al centro de Lima, como quien lleva a pasear a la vecina? Yo les
acerco, porque tengo que hacer unos trámites personales.
Ante
esta invitación, la pareja se miraron sorprendidos, pocas veces podían ir al centro
de Lima y menos en taxi.
Cuando
ya estaban por ingresar a Lima, una redada policial detuvo al taxista. Le
solicitaron la documentacion de la unidad y del chofer. Para mala suerte el
automóvil no estaba empadronado, además tenía muchas infracciones sin pagar.
Por esas faltas el carro debía de ser internado en el depósito. Muy apenados, los
esposos descienden para continuar su periplo a Lima. Mientras que el chofer
trataba de “arreglar” con los efectivos del orden.
El
micro estaba casi lleno. A pesar de ser media mañana la mayoría de personas sentadas
dormitaban, otros iban involucrados en una tarea personal rutinaria. Estaban
afanados en maquillarse el rostro en complicidad de un montón de artilugio
entre, pigmentos, cremas, lápices, delineadores, etc. etc. aliados de una tarea
titánica para cubrir imperfecciones y resaltar otros. Curiosa tarea que
involucra sólo a féminas, sometidas en esos afanes naturales y existenciales,
que la sociedad exige ¿? Mientras María parada nadie le daba asiento.
Llegados
al lugar, José tiene que pagar el pasaje, sin embargo descubre que fue robado
en el microbús. Menos mal que María tenía muy bien guardado gran parte del
adelanto que había gestionado.
En la Reniec,
para ingresar también había “cola” así como quienes vendían el espacio “a 5
lucas”. Una señora viendo la situación de Maria exige trato preferencial,
logrando que pasen al interior del recinto que también estaba congestionado.
María
ya estaba al interior cuando ingresó una agraciada dama de tez blanca y muy
bien vestida. El guachimán al verla pasar muy solícito y gentil le busca un
asiento. Sin embargo, María seguía depie.
Por fin,
luego de cumplir los requisitos correspondiente, José pudo renovar su documento.
Al
salir se dieron una vuelta por el mercado central, vio la Av. Abancay más libre
de ambulantes y los paraderos del servicio de transporte hacia fluir más rápido
y mejor el transito.
Pasaron
por el Centro de Lima, la limpieza y el orden les llamo la atención. Miraban
con otros ojos las casa coloniales, las iglesias y la belleza que ahora Lima muestra
con satisfacción. En la Plaza mayor había un pasacalle, la música festiva, envolvió
a la pareja que les hacia recordar sus orígenes. La nostalgia los invadía.
En los
pasajes estaban los artistas callejeros, al otro lado los que hacían teatro.
Muchos niños correteaban alegres. Algunas personas les saludaban. En otro lado,
pequeños quioscos ofrecían comida, en ella José y María pudieron degustar
sabroso potajes a precios módicos. ¡Había una obsesión para que cada centímetro
cuadrado de esta Lima provinciana sea una expresión de alegría y cultura! Como
si esto no fuera poco, ya de regreso, de pronto sus ojos de abrieron de par en
par.
- ¡Santo Dios! (exclamaron juntos)
No
podían creer lo que alcanzaban ver. La
colosal obra “Vía parque Rímac”, lo que
muchos vecinos les decía y ellos no se podía imaginar tremenda construcción. Estaban
canalizando el rio Rímac, mudo testigo de tanto maltrato sobre sí mismo y sobre
la ciudad capital. Un agente municipal que pasaba por el lugar les dijo:
- Sera un viaducto que unirá Ate y los
distritos que están en el trayecto con el Callao. Habrá un túnel debajo del rio
y sobre ella también está proyectado un gran parque, pulmón ecológico que Lima
necesita.
No cabe
duda Lima estaba cambiando, se dijeron. Es una Lima amigable y claro hay mucho
interés para que esto no continúe y quieren seguir lucrando con la miseria de
Lima.
Con
miedo y rabia de que este esfuerzo se fuera perder, José nuevamente confirma su
deseo de ayudar como sea y hacer valer su voto en las futuras elecciones.
Valió
la pena el periplo y con angustia recordaron con preocupación que le había a
pasado a su vecino. De pronto María dijo,
- Mi hijo se está moviendo mucho, José
- Creo que la caminata le está haciendo daño
mujer.
- No (señalo María) Él también está contento, así como nosotros. Pero mejor nos regresamos
a nuestra casita y a contar a nuestros vecinos y amigos de los que fuimos
testigos.
Y emprendieron camino de retorno, agradecidos
por haber pasado una buena mañana. (W. Powosino G.)
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